
Un día por la tarde, antes de que anocheciera, nos preparamos y nos colamos. Cuando se hizo de noche nos escondimos. Estuvimos en vela toda la noche hasta que oímos un gran terremoto y vimos cómo se había abierto un pasadizo, del cual salía algo. Cuando se fue nos preguntamos quién era o qué, pero sin pensarlo dos veces entramos en el pasadizo. Todo estaba muy oscuro, pero traíamos una linterna. Vimos que allí había dos tumbas. Había un montón de huesos. Por muy mentira que os parezca es la verdad. Entonces vimos que el extraño ser volvía, así que salimos de allí pintando leches. Desde entonces no he vuelto a mirar la ermita sin sentir un poco de miedo.